viernes, 4 de marzo de 2011
Correr en Paris
Si, estamos locos. Los que corremos estamos locos.
Si, lo hacemos por una motivación personal, nos queremos superar a nosotros mismos y nos entregamos una y otra vez a una carrera o un entrenamiento como si fueran los últimos minutos de vida que hay que aprovechar al máximo.
Correr es una pasión, y cuando eso lo convierto en una experiencia, aun más me apasiona.
El correr en el exterior tiene varias implicancias. No solo estás conectado con tu respiración y tu cuerpo, sino que también tienes una percepción distinta del medio. Vas a una velocidad diferente del resto, más rápido que los que caminan y más lento de los que van usan algún medio de transporte. Pero esa experiencia te da la oportunidad única de observar y de disfrutar del entorno de una manera distinta. Es un paseo en cámara lenta por los lugares que estas decidiendo recorrer y experimentar.
Hoy corrí en Paris.
Si, la ciudad de la luz, esa vieja Paris que a la vez está llena de lo actual. Esa cultura base que contienen esas calles que están pavimentadas de adoquines de 10x10.
Fue una experiencia maravillosa.
También una locura, ya que con 1 grado de temperatura en el exterior, cualquier deporte no indoor sea hace difícil de practicar. Especialmente cuando vienes de un clima diferente en esos mismos días y tu equipamiento no es necesariamente el más adecuado para esas condiciones.
Pero nada, …me encantó sentir ese frío en mis piernas y en mi cara. Ese frío que se llega a transformar en un molestoso cosquilleo en las piernas, que te recorre y perturba constantemente. La respiración sale y deja huella con una humareda blanca delante de mi rostro.
Y esto ocurre en dos etapas.
La primera, en plena calle de Paris, esquivando gente que va a una velocidad diferente y que me mira con cara de “que esta haciendo este loco a esta hora vestido así y con esta temperatura ambiente”. Si, mucha gente me miro con cara de extrañeza, como que la calle no está para eso. Y es probable, ya que existen lugares más ad-hoc para hacerlo, pero esa experiencia urbana, donde tienes el instante para mirarlos de vuelta y ver como caminan con sus outfits estilosos, y como los lucen, y como conversan en un café,... Todos en Paris son lindos, son delgados, a nadie le sobra cuerpo y nadie destiñe los colores del medio. Todos están bien vestidos. Todos “cachan todo lo que pasa”.
Los adoquines, los semáforos, las motos, la humedad, miles de detalles definen esta mañana en Paris.
En la segunda etapa, llego a un lugar algo más propicio para correr. Una placita larga que termina con la entrada al Louvre donde está más poblada de locos como yo. Y la última parte, se transforma en un recorrido por la orilla del Sena hasta llegar a la bifurcación del río que termina dando lugar a Notre Dame.
Varios rostros conocidos (por lo cercanos que nos podemos sentir los locos que estamos en la misma sintonía corriendo). Rostros afectados por el frío ambiental y por el agotamiento de un entrenamiento. El sol está presente, entregando luz y algo de calor que intentamos agarrar a como de lugar.
Corro y corro, un grupo de militares en entrenamiento lo hace en patota, y otros en pareja. Hasta para correr Paris es romántico.
Continuo corriendo por este parque, una laguna o fuente gigante, y un fotógrafo está haciendo shooting con una modelo, claramente una producción de moda de alguna revista, y claro, estoy en Paris, como no podría suceder esto aquí? Ella muy delgada, luce de negro y los detalles, un pañuelo, los zapatos y los labios están de rojo pasión.
Mi carrera continúa, y confieso que mientras corro extraño mucho a alguien.
Ese alguien está presente todo el rato. En cada detalle que observo. Pero llego a un lugar y me tengo que detener un segundo. Porque encuentro el lugar perfecto para compartir un café, un vino, un picnic, un chocolate, lo que sea, pero el lugar es el perfecto para estar con esa mujer que hoy amo. Es un lugarcillo lindo, con un ambiente exquisito, que permite estar sentado disfrutando de algo y a la vez respirando a Paris. Quiero estar con ella ahí, y me prometo que algún día tengo que estar sentado en esos banquillos con ella, conversando y quizás besándonos si no resistimos las ganas de besarnos… como de costumbre.
Correr en Paris fue lindo, pero aun mejor es la felicidad que me causó detenerme en aquel lugar, soñar con esa mujer y prometerme volver a ese lugar, algún día, con ella de la mano.
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